La vitamina D es
una hormona involucrada en un complejo sistema endocrino que no sólo es una
pieza clave en la absorción intestinal del calcio
y mantener una buena salud mineral ósea, sino que también ejerce
importantes acciones fuera de los huesos, modulando el crecimiento y la
diferenciación celular en una amplia variedad de tejidos como páncreas, riñón y
sistema inmune, potenciando la inmunidad innata. También influye en el sistema
neuromuscular, teniendo un papel fundamental en la coordinación y equilibrio
ofreciendo, sobre todo en pacientes de edad más avanzada, un menor número de caídas con la consiguiente
disminución de fracturas osteoporóticas.
Pero, además, la deficiencia de esta vitamina, se ha
vinculado recientemente con un aumento del riesgo de padecer o tener una peor
evolución de enfermedades de base autoinmune,
cardiovasculares, infecciones y diversos tipos de cáncer.
Pese a que una de las fuentes naturales de vitamina D es su
síntesis en la piel, zonas como Canarias, o la costa levantina como Alicante donde existe “seguro de sol”,
la mayoría de la población española no alcanza los niveles óptimos de vitamina
D. Encontramos hasta un 70% de la población con cifras de vitamina D inferiores
a 20 ng/ml. Además se debe tener en cuenta que la exposición al sol conlleva más riesgos que beneficios en este sentido.
Pero, ¿Cual es el
nivel adecuado de Vitamina D?
No hay consenso absoluto sobre el nivel sérico óptimo de esta
vitamina. En los últimos años existe una corriente de opinión que estima que
los niveles óptimos deberían situarse por encima de los 30 ng/mL. En algunos estudios, se ha evidenciado que la absorción
intestinal de calcio puede duplicarse cuando se elevan los niveles séricos de 20 a 30 ng/mL. Cuando se
analiza el efecto de los suplementos de vitamina D, se observa que la reducción
de fracturas y caídas se relaciona directamente con un aumento de los niveles
séricos de esta vitamina.
En estudios observacionales y epidemiológicos, unos niveles elevados
de vitamina D se han asociado a una menor actividad de enfermedades autoinmunes
como artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, síndrome antifosfolípido
o miopatías inflamatorias. En otros estudios se ha observado una disminución de
la mortalidad cardiovascular, y un efecto preventivo sobre infecciones, hipertensión,
determinados tipos de cáncer, esclerosis múltiple y diabetes. En algunas de
estas áreas, el beneficio se constata cuando los niveles son superiores a 40 ng/mL respecto al grupo de pacientes
con niveles muy bajos. De cualquier forma, los datos son muchas veces contradictorios.
Con la evidencia científica actual, parece razonable
considerar que el nivel óptimo puede situarse por encima de los 30 ng/mL, si bien unos niveles inferiores pueden
no tener repercusión clínica en muchos pacientes.
Tampoco hay acuerdo sobre la dosis adecuada de suplementos de vitamina D. Alcanzar un
nivel determinado depende de los niveles iniciales de la vitamina, de la dosis
de suplementos, de la estación del año, de la edad y de los factores genéticos
que influyen en la eficiencia de las diferentes enzimas implicadas en el
metabolismo de la vitamina D, así como del tipo de suplemento empleado.
En la suplementación clínica terapéutica se utilizan dos
metabolitos: el calcifediol (25[OH]D3),y
el colecalciferol (vitamina D3). La
mayoría de los pacientes con niveles basales de vitamina D inferiores a 15
ng/mL alcanzan los niveles óptimos con 800
UI diarias de calcifediol o con 1.000
y 2.000 UI de colecalciferol.
El margen de
seguridad es muy amplio, pues no se alcanzan niveles tóxicos hasta superar
los 150 ng/mL, que son difíciles de rebasar con las dosis arriba indicadas.
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Autor imagen: Faruque Abu Sayeed